Los signos de puntuación indican pausas
obligatorias, delimitan las frases y los párrafos y establecen la jerarquía
sintáctica de las proposiciones, consiguiendo así estructurar el texto, ordenar
las ideas y jerarquizarlas en principales y secundarias, y eliminar
ambigüedades. Por eso requieren un empleo muy preciso; si se
ponen en el lugar equivocado, las palabras y las frases dejan de decir lo que
el autor quería decir.
La puntuación varía según el estilo de escritura; sin embargo, las diferencias de estilo que se puedan presentar no eximen a nadie de cumplir con ciertas normas mínimas y de evitar errores generalmente considerados como inaceptables. De ahí la importancia de conocer y aplicar las normas básicas de la puntuación. No obstante, hay que advertir que más allá de cualquier norma establecida, los signos de puntuación componen también la arquitectura del pensamiento escrito.
La puntuación varía según el estilo de escritura; sin embargo, las diferencias de estilo que se puedan presentar no eximen a nadie de cumplir con ciertas normas mínimas y de evitar errores generalmente considerados como inaceptables. De ahí la importancia de conocer y aplicar las normas básicas de la puntuación. No obstante, hay que advertir que más allá de cualquier norma establecida, los signos de puntuación componen también la arquitectura del pensamiento escrito.
En este sentido, y tal y como sucede en poesía desde hace más de un siglo, no
existen normas exactas para reglamentar el correcto uso de los signos en las
partituras, tanto narrativas como poéticas. En términos de principios y
parámetros, los signos de puntuación entrarían a formar parte de los parámetros
del lenguaje, y en consecuencia se sitúan en un proceso de constante evolución, así cómo en las otras lenguas.
Redactores: Alcione Beatriz Delazari, Deise Magrin e Vanessa Nádia Tremarin.
Atentos a los ejemplos en la próxima publicación.
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